Por Jose Ángel Planillo
Un mundo diferente, extraño, desconcertante, al que no saben por qué llegaron. Un lugar etéreo, sin estímulos ni necesidades, donde lo material y el tiempo son relativos y carecen de valor. Un lugar sin niños, pero repleto de gente de otras naciones, del que nadie parece querer salir. Sólo unos pocos no se conforman con esa monotonía y buscan salida de ese mundo infinito. A ellos se unirán los protagonistas con el claro propósito de regresar a sus rutinas y con los suyos. Pero ese esfuerzo desencadenará una serie de sucesos que cambiará la quietud reinante.
Mediante una serie de capítulos cortos, el autor va cautivando al lector que necesita saber qué va a ocurrir después y va devorando páginas sin cesar en las que afloran sentimientos de rabia, incertidumbre, frustración, pero también amistad, solidaridad, ternura y amor.
Aunque la redacción contiene alguna redundancia y a veces se hace algo repetitiva, logra mantener la atención y se hace amena por su lenguaje coloquial y mundano. Y para rematar, un sorprendente final, con algún enigma no desvelado, puede dar pie a una segunda parte y, desde luego, a una reflexión sobre lo que se ha leído.
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