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lunes, 25 de octubre de 2021

EL JARDÍN DE CARTÓN, de Santiago Álvarez

Por Jose Ángel Planillo 

Hace unos días os relataba lo que disfruté leyendo la novela 'La ciudad de la Memoria" de Santiago Álvarez, y que me disponía a leer su segunda novela con los mismos personajes, "El jardín de cartón". Pues ya la terminé. 

La sinopsis de la novela nos dice que "En marzo, Valencia arde. El fuego, la pasión y la fiesta se adueñan de la ciudad. Tras la primera mascletá, Mejías y Berta, son citados de forma misteriosa por Gaspar Aparisi, empresario que les propone una búsqueda descabellada: encontrar los restos del único whisky producido en tierras valencianas, hace ya doscientos años. Mejías quiere rechazar el encargo, pero la recompensa es precisamente el dinero que necesita para saldar su deuda con Hacienda. (...) 

La investigación le conducirá al corazón de la fiesta fallera, reflejo de una sociedad que esconde más de lo que muestra. Las raíces del asunto se hunden en el fango del pasado, escenarios sepultados por la culpa, el dolor y el odio. El Jardín de Cartón supone el regreso de Mejías y Berta a una Valencia actual y al mismo tiempo mágica, donde resulta difícil distinguir la frontera entre la realidad y la ficción. Esta nueva aventura obligará a la carismática pareja a enfrentarse con lo peor de sí mismos.

Para mí, esta novela es muy distinta a la anterior, no tan ácida, un tanto enmarañada, sin un caso claro hasta que no llevas varios capítulos leídos, y unos personajes muy distintos en ciertos comportamientos a los del libro anterior, cuando teóricamente solo han pasado unos meses del caso anterior. 

En esta ocasión, la historia tiene como telón de fondo una Valencia en fallas, iniciándose el libro con una descripción de lo que es una mascletà para alguien que la vive por vez primera. A partir de entonces, se inicia una cuenta atrás para que Mejías y Berta encuentren la forma de solucionar un problema con Hacienda, sin casos en la agenda. Y el plazo vence al acabar las fiestas josefinas. Ahí es cuando la cosa se enreda, pues aunque acepta un caso algo insólito que le propone un personaje secundario de la anterior novela, la falta de liquidez le hace investigar el boicot que está sufriendo una falla que además está de centenario, presidida por un importante empresario que ese año no quiere que se le escurra el primer premio. 

Aquí es donde Mejías perderá el atractivo de la primera novela, y la trama comienza a liarse Y es que paralelamente, una anciana casi centenaria que fue abandonada al nacer en la exclusa del convento de monjas de San Martín de Segorbe, va desvelando a lo largo de la novela, capítulo a capítulo de un viejo libro que le legó su madre al nacer, para que entendiese el porqué terminó en aquel lugar. 

Esa historia paralela transcurre durante la Belle Epoque de Navajas, cuando la aristocracia valenciana acudía a tomar las aguas de esta localidad palantina del interior castellonense, y la joven madre de la ahora anciana encontró el amor, y la causa de su desdicha. Aquí se aprecia que el amigo y profesor Jose Antonio Torres tuvo un buen alumno en el autor. 

Ésta trama poco a poco irá uniendo el caso de Mejías con el drama que la anciana y su familia están viviendo, ya que la empresa del presidente fallero quiere desahuciarlos. Y aunque el rocambolesco final es de traca, no me agradó el giro con el que el autor concluye la historia de la madre de la anciana, que veo innecesario y algo forzado, total para que se unan de una forma más enrevesada ambas tramas. 

En definitiva, la novela me ha dejado un sabor agridulce: dulce por ver cómo han plasmado en una novela aquellos años de principio de siglo de una localidad en la que he vivido y dónde nació mi hija, añadiéndole las leyendas de algunos parajes y chalets -por cierto, me he quedado con la duda de cuál es el caserón de los Lloret-. Agrio, porque esperaba otra novela fresca y divertida, y no le he encontrado ese puntillo que tanto me hizo disfrutar la anterior. 

Pese a ello el autor desgrana algunos aspectos muy interesantes de la fiesta de las Fallas, que no son tan conocidos por el gran público, y eso no me ha gustado; ¡Me ha encantado!

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